26 de agosto de 2007

el tesoro

"El capitán miró el mapa una vez más. Luego subió la vista y miró por enésima vez el paisaje que lo rodeaba. Le era todo tan familiar, le parecía que había surcado esos parajes durante mil días, mil días atrás. En teoría no poseía las herramientas suficientes como para llegar a destino, pero en su corazón sabía muy bien lo que debía hacer para poder llegar al anhelado punto que le significaría su infinita felicidad. No se lo dijo a nadie, porque tampoco tendría como explicarlo, ni tenía ganas de hacerlo. Sólo quería que los demás pensaran que era capaz de liderar ese grupo solo con su vasta experiencia y su infalible intuición, que de hecho eran capaces de hacerle consumar la proeza.

Con ello comenzó la famosa búsqueda, no tenía claro si el andar que lo esperaba sería largo o breve, árido o acogedor, peligroso o calmo. Sólo sabía que debía completar la travesía, liderando a todos esos hombres que depositaron toda su confianza, como único bien, en él. La probabilidad de éxito era alta, sin duda, pero todos los eventos en esta vida guardan cierto margen de fracaso.

Al principio siguió la dirección que indicaba el mapa, pero luego lo guardó y prosiguió el camino que él mismo decidiera, sin velar por lo que estaba escrito en el papel, pero su corazón lo obligaba a actuar así. Con tal, su distancia hacia el objetivo fue aumentando considerablemente, hasta llegar a un punto en el que se dio cuenta que debía enmendar su rumbo. Así lo hizo y tomó otra senda, que al poco andar le indicó que iba en dirección correcta, mas probablemente no sería el camino ideal, pues luego de unos pocos kilómetros notó que la vía se tornaba rocosa, y del río que bordeaba se asomaban algunos cocodrilos no muy amigables. Al poco rato 3 de sus hombres fueron heridos de muerte por uno de esos reptiles que atacó sigilosamente por la retaguardia. El impacto entre los demás fue devastador, nadie esperaba que recién a tan poco de comenzado el viaje ya hubieran bajas. Por largos días estuvieron detenidos, nadie quería seguir, nadie sabía para donde ir. Sólo sabían que los cuerpos que ahí yacían, frente a ellos, totalmente malheridos y en estado irreconocible, podrían haber sido perfectamente el de cualquiera de ellos. El capitán se encontró entonces con un cuadro tan adverso que nunca imaginó que iba a enfrentar: nadie, ni su hombre más fiel, estaba dispuesto a continuar adelante. Nadie quería correr suerte similar en pos de satisfacer un simple capricho del capitán. Ante tal, no le quedó más alternativa a este hombre que tomar una decisión que ningún líder de ninguna expedición desea tomar: proseguir en solitario si nadie deseaba seguir con él. No tenía mas alternativa, no estaba dispuesto a continuar seguir arriesgando la vida de sus camaradas ni tampoco podía mostrarse feble de carácter o incapaz de conseguir su acometido ante aquellos hombres que habían confiado ciegamente en él en un principio. Estaba realmente intranquilo, como ninguna tormenta en ninguno de los 7 mares pudo descontrolarlo, como ningún canto de sirena alguna pudo perturbarlo mientras dirigía su buque implacable ante las olas.

Caminó entonces, por largas horas. Iba completamente sólo, no quiso arriesgar a ningún hombre más que a sí mismo, pues sabía que el elevadísimo riesgo que conllevaba realizar dicho trayecto podía cobrar más vidas. Sorpresivamente, el viaje se le hizo extremadamente corto, ni siquiera se dio cuenta cuando ya estaba a punto de alcanzar su meta. Cuando sólo le faltaban 2 kilómetros, según su avezada intuición geográfica, comenzó a sentir el aroma de las flores y las frutas que sabía que lo esperaban a su llegada, ese último tramo le fue bastante agradable y familiar. Luego de un rato, llegó al tesoro. Lo contempló, lo tocó, lo olió. Lo sintió como parte de sí, recordó los tiempos en que sabía que era suyo y de nadie más, y que nadie podría quitárselo jamás. Sentía eso de nuevo, pero sabía que era sólo mientras estuviera frente a frente con esos preciados bienes, que tarde o temprano se alejaría de ese lugar y ya no podría controlar más lo que pasare ahí. Pasadas unas horas, recordó que debía volver al campamento, no podía dejar a sus hombres abandonados de esa forma. Así que dejó el tesoro tal cual estaba, se despidió de él -simbólicamente, por cierto- a sabiendas de que un segundo encuentro era inminente, y emprendió la vuelta.


Esta nueva travesía hacia donde lo aguardaban sus subalternos no estuvo exenta de dudas y cavilaciones. Se preguntaba constantemente qué hacer con el tesoro. En su fuero interior tenía más que claro que en algún momento debía dejarlo ahí y no tocarlo nunca más, para que otro marino lo alcanzase. Sentía celos por él. Aún sentía que era SU tesoro y que por lo pronto nadie podía ni debía tocarlo.

8 noches después de que regresó al campamento, volvió a salir en busca del tesoro, esta vez para recuperarlo de forma definitiva. Mientras la luna lo alumbraba, él estaba en el exterior, mirando las estrellas y reflexionando. Debía verlo de nuevo, antes de que se lo quitaran, lo que sabía sucedería en cualquier momento, porque era algo que ya no dependía de él. Tomó lo necesario y partió enseguida. Conocía el camino y creyó que iba a ser más simple que la vez anterior. Se equivocó rotundamente, esta vez el camino se le hizo largo, sinuoso y pesado. No fue sino hasta bien entrada la tarde del día siguiente cuando llegó al mismo punto donde le faltaban sólo 2 kilómetros para llegar a su tan preciado destino, cansado, sediento y hambriento. Sentía que se había precipitado, pero sabía que era entonces o nunca, en 2 días más debía zarpar nuevamente con lo que se alejaría de esa isla por un largo tiempo. Esos 2 kilómetros esta vez no fueron agradables ni apacibles como la vez anterior. Todo lo contrario. Le hicieron pensar más que nunca en si estaba actuando correctamente o no, en si reunirse con el tesoro era una necesidad o un simple capricho, una ordinaria obsesión. Le dio vueltas a ese tema, tanto así que su desconcentración hizo que errara el camino, aunque por suerte se dio cuenta a tiempo, y pudo enmendar el rumbo llegando otra vez a estar frente a frente al tesoro. Lo miró contemplativamente, sonrió, y apreció mucho más ese momento, por haber sorteado el camino estoicamente y haber podido vencer sus miedos y sus dubitaciones durante el viaje. Lo tocó, y lo sintió mucho más intensamente que la vez anterior, porque sabía que muy posiblemente esa sería la última vez que estaría frente a él. Estuvieron juntos un rato, y nuevamente lo tuvo que abandonar para regresar hacia donde acampaba con el resto de su cofradía, no podía permanecer ahí eternamente, por mucho que hubiera querido, saboreando esos momentos que le dieron tanta felicidad durante tantos años, durante toda su vida. Como todo, eso debía acabarse en algún momento de su existencia, pero quería alargar ese instante lo más posible. Así lo hizo, hasta que sin tener noción alguna del tiempo que le quedaba para dejó el lugar para emprender la retirada."

para este cuentito, esta cancioncita




que me vengan despues con que uno escribe puras pelotudeces en el blog........


oye y tiene copyright pa los gueones balsa...

5 comments:

Qaotiquo dijo...

Promete weón! no lo pude leer ahora porque no estoy bien, pero esto si que promete, capaz que por tu culpa vuelva al RON, Saludos cumpa, ojalá que Ferrari no saque más 1-2 y que choquen los dos con Alonso, aunque me da lo mismo, lo mío es BMW Sauber.

Mundo Purpura dijo...

no dejes de pasar por mi blog... buena suerte!"

| photovoragine | dijo...

te creí lúdico ctm



jajajajajaa

ari dijo...

mas que voh al menos po

Qaotiquo dijo...

Buen cuento weon, que buen cuento, todavía no escucho la canción, pero me sentí absolutamente identificado con el pirata y su tesoro.

Yo cacho que un día de estos iré a echarle una mirada otra vez.